La sangre brota de mis muñecas poco a poco con el suave palpitar de mi corazón, que se apaga latido a latido en cada suspiro cerrando mis ojos, dilatando mis pupilas, enfriando cada centimetro de mi cuerpo, reemplazando el rosa cálido de mis mejilas por un pálido blanco purpureo...
Los dolores de cabeza seguían mientras la sangre de mis venas manchaba la blancura perfecta de la alfombra en mi habitación, y las luces poco a poco se apagaron, y la sangre pasaba por debajo de la puerta mientras mi vida se consumía en una última pitada de cigarrilo.